18/10/14 - Puerta Roja

-Puede resultar sumamente útil estimular la conversación de ellas mientras uno piensa cómo seguir la conversación.
-Objetos llamativos pueden resultar como un excelente elemento de apertura

18/10/14
2:45 AM
Bar Puerta Roja
San Telmo, Capital Federal

Llegamos al bar y estaba bastante atestado de gente. Éramos seis, contándome a mí, y nos ubicamos en una esquina, junto a la barra. Tip: el mejor lugar para iniciar cualquier interacción es desde la barra. Recuerden que la Puerta Roja es un bar en el que no hay servicio después de una hora en la que hay bastante gente, entonces todos los pedidos salen desde la barra. Cualquier reclamo, pedido o mismo el uso de los asientos -bastante cómodos, por cierto- son la excusa perfecta para iniciar una conversación. A veces, para el mero hecho de generar confianza, inicio charlas con hombres para probar así mi versatilidad en cualquier tipo de plática. Resulta que junto a la barra y del otro lado del pasillo paralelo a la barra hay una madera bastante ancha que separa dicho espacio del resto del salón. Esa madera tiene altura promedio para sentarse o al menos apoyarse si uno está cerca, o por ahí dejar las cosas apoyadas. Como la mayoría de los chicos estaba sentado en una esquina, yo me apoyé en la madera separadora, en una esquina. Un detalle no de menor importancia fue que llevaba un bolso con flores en mi brazo derecho -porque después de ahí tenía que llevarle la ropa a mi mujer-, y ése fue el gancho de una conversación que surgiera con dos chicas.
Como en este foro estimulamos nuevas ideas y herramientas útiles para que todos mejoren en su capacidad de seducción, paso a relatar la conversación según la recuerdo desde el principio:
Al apoyarme y pedir permiso para que me hagan un lugar -estaban muy cerca- notan el bolso y se ríen. Yo lo noto y les pregunto por qué se ríen.
-El bolso es demasiado -dice una y la otra se ríe-
Hasta ese momento les estaba dando la espalda, pero cuando me interpelan, me volteo para poder hablar, pero sin dejar de mantener una cierta distancia.
-¿No les gusta? -les pregunto.
Se ríen.
-No, sí, pero es medio raro -me dice la misma.
-Supongamos que soy gay y te digo que me gusta mi bolso ¿te seguirías riendo?
Ríen y entonces entiendo que ellas saben que no soy gay.
Yo tengo una forma de ganar tiempo mientras pienso otras formas de mantener el interés. Recuerden que tengo cinco tipos atrás mío que me están evaluando. A modo de aclaración, les estaba explicando a los chicos que el bar es un excelente lugar para iniciar una interacción, y ése fue mi ejemplo. Es por esto que estiro un poco la conversación. ¿El método? Les pregunto qué hacen, si trabajan, si estudian, cómo conocen el lugar y qué lugares les parece similares a éste. Con el tiempo descubrí que una de las herramientas más útiles para estimular la conversación con una mujer es que ellas tengan el espacio de hablar de ellas mismas. Recuerden que es importante el lenguaje corporal. Lo que leí en ellas era que estaban interesadas, pero sólo la curiosidad del que no entiende algo. Estoy seguro que una de ellas tenía más curiosidad que la otra, y lo que hubiese convenido hacer era enfocarme en la otra. Siempre traten de generar interés en la contraparte que les interese, porque de ese modo prueban su valía. Pero como yo sólo estaba de paso y mi objetivo ciertamente no era el de levantar a ninguna de ellas, sólo me limité a seguir el lineamiento de lo que me compartían.
Después de las presentaciones pertinentes, una de ellas me dice:
-Perdóname, pero lo del bolso es muy fuerte.
Se ríen.
-Es el bolso de mi mujer. Trabaja en un hotel y le estoy llevando ropa.
En general, cuando comento que estoy casado suelo obtener respuestas de las más dispares. Lo que logro en la mayoría de los casos es romper con la barrera de seguridad que suele poseer una mujer desconocida. A partir de ahí, una mujer puede sentirse más cómoda a cualquier tipo de contacto casual, o inclusive a sentirse curiosa respecto de un hombre que está casado -convengamos que para el parámetro occidental soy joven para haberme casado.
Es en ese momento en el que uno de los chicos se anima a venir a hablar con nosotros, y se mete en la conversación y escucha justo que les había dicho que soy casado. Su manera de romper el hielo e integrarse es decir:
-¿Estás casado? -como sorprendido, a pesar de que ya lo sabía.
A partir de las risas de ellas, él se ve incluido en la conversación. Es en ese momento en el que creo que cumplí mi cometido, y las saludo a las chicas, diciéndoles que fue un gusto haber charlado con ellas.
Me abrí y les dije al resto que la manera de verse incluidos en el grupo de tres que se había formado -al que se agregó lo dejo solo porque tienen cancha en sostener una conversación, aunque le cuesta las aperturas- era acercarse y escuchar. Las chicas ya se sentían cómodas con nosotros, y por extensión, con el grupo que no representaba una amenaza de ningún tipo. Como nadie se anima, intervengo comentando qué hace cada uno, y una de ellas comenta que quiere hacer algo que hace uno de los chicos presentes. Ése es el pie para el aludido se incorpore a la conversación de ellas, y hasta ahí llega mi relato.
En ningún momento intenté sacar teléfono o facebook porque ése no era mi objetivo, pero en cualquier momento lo podría haber intentado sin generar una situación incómoda. Sé que en el peor de los casos, una mujer estaría dispuesta a ofrecer su cuenta de Facebook, y en el mejor, su teléfono, luego de llamarte y asegurarse que sea el teléfono correcto.